CENTRADOS EN SU MIRADA
Desde los tiempos del kohl egipcio, pasando por las esculturas grecorromanas y los retratos de los antiguos maestros, la inquebrantable mirada de la mujer ha derrotado al paso del tiempo. Sea cual sea el medio o el contexto, penetra. Con dos ojos o uno, al descubierto o en secreto, la arrebatadora percepción de su poder y luminosidad en el arte es incuestionable en todas las culturas.
A pesar de que tanto los egipcios como los romanos ya ratificaron el poder de una mirada, fue más tarde cuando, a través de la pintura y la fotografía, se desveló su singular encanto. Ejemplo de ello es Estudio para una odalisca, de Jean Auguste Dominique Ingres (1780-1867), que presenta una figura de piel clara que se gira para mirar al espectador. Enmarcada por un fondo oscuro, su silueta irradia una luz casi sobrenatural, contraponiendo su palidez a su propia sombra.
Ingres se movió en el Neoclasicismo, un periodo definido por el regreso al detalle y al descubrimiento. De ahí que las odaliscas fueran un motivo recurrente de la época. Siluetas sutiles y pálidas al desnudo que, a pesar de su exposición sin remilgos, siguen siendo ejemplo de un misterio protagonizado por su mirada, inquietante, perdida en la lejanía.
La obra de Ingres hace referencia a una fotografía de la condesa de Castiglione perteneciente a la década de 1860. Coincide con el fallecimiento de Ingres, ya que Pierre-Louis Pierson estuvo activo durante un periodo similar, y abrió su estudio en la década de 1840.
La composición de la obra de la condesa es similar: gira el rostro a la derecha dejando ver su hombro desnudo. Nuevamente, solo muestra un ojo, pero en esta ocasión, la sombra no procede del fondo, sino del primer plano, y la condesa sostiene una viñeta que enmarca su ojo como si de una máscara se tratase. La forma ovalada del marco interior se asemeja a la forma redondeada del fondo iluminado tras su belleza, pero es la mujer la que toma el control, observándolo todo mientras el espectador no puede dejar de devorar su imagen con sus propios ojos.
La gran diferencia es el daguerrotipo, llamado así en homenaje a su inventor, Louis Daguerre. Una de las primeras técnicas de fotografía, el daguerrotipo alteró el modo en que se representaba el mundo, nada que ver con la vieja escuela del realismo y la pintura detallada. En contraposición, Pierre-Louis Pierson observaba de cerca el mundo desde la caracterización, dejando que fuera la cámara la que captara la mirada. La fotografía daba la distancia suficiente como para ver el alma a través de la mirada.
Si dejamos atrás el Neoclasicismo y nos centramos en los grandes maestros, resulta obvio que las miradas más cautivadoras han sido creadas por Leonardo Da Vinci. Su mirada femenina, a medio camino entre la confianza en sí misma y la incertidumbre, se dirigía en una determinada dirección, pero desde la indecisión lateral. La belle ferronnière es un magnífico ejemplo: hasta la propia mujer es desconocida, siendo únicamente sus ojos oscuros los que la delatan. Resplandece en un formidable cuerpo rojo, con una complexión y una mirada oscura que perduran. Su mundo, antiguo y oscuro, fue recreado por Leonardo Da Vinci de manera magistral.
Siglos después, sería Paul Klee quien deconstruyera la mirada con aún más intensidad, desnudando los hombros, con su cuadro Open-Eyed Group. En él, la mirada es increíblemente reveladora, y se dejan atrás las miradas de soslayo de las atractivas señoritas de antaño. La piel y los ojos bailan por el lienzo, sin apenas consideración por la composición o la combinación de colores.
En el momento histórico del arte contemporáneo de Paul Klee, la sombra y profundidad de los antiguos maestros y fotógrafos se desvanecen, en un intento desesperado por captar el ansiado mundo real. En su lugar, las figuras prácticamente flotan y emergen, con unos atractivos ojos en blanco y negro que rompen con la tradición anterior, que desaparece. No queda rastro de las mujeres ocultas. Ahora son libres de mirar y abrazar su propia pureza y sensualidad, y son representadas únicamente por su línea y forma.
Desde la antigüedad y hasta el siglo XX, la mirada ha apaciguado el alma, la ha embaucado, encendido y deleitado. Estas pinturas se preservan en el tiempo con mayor intensidad, grabadas en la memoria de aquellos presos de su mirada. Puede que nunca lleguemos a captar las maravillas de estas enigmáticas miradas y las bellezas a quienes pertenecen, pero sí que podemos admirarlas desde su magia. De este modo son ciertamente eternas.
Cuando nos centramos en algo, lo observamos fijamente. El propio término “mirada” evoca intensidad, pasión y una tendencia a soñar. Lo encontramos en diversas expresiones, como “mirar con nostalgia”, “mirar al alma de otra persona”, “conocer a alguien por su mirada”, pero ¿qué significa este verbo, este nombre, de tales connotaciones poéticas?
Es precisamente esta cuestión, la cualidad emocional, intensa y definidora de la mirada, la que ha querido explorar La Prairie en su última creación. En La Prairie, se trascienden continuamente los límites de la innovación, y la eficacia de la ciencia del caviar se mejora sin cesar, explorando nuevas vertientes de su potencial. Enriquecida con Caviar Premier, esta última innovación del caviar desarrollada por los científicos de La Prairie sitúa la mirada en el centro de las investigaciones científicas de La Prairie. Por primera vez, se aprovecha al máximo la eficacia del caviar para despertar, avivar y redefinir la mirada.
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